Durante su intervención, Sánchez ha subrayado que en este mes de agosto España se ha enfrentado a 130 incendios que han arrasado unas 330.000 hectáreas de terreno (una superficie equivalente a casi seis veces la isla de Ibiza). Por ello, ha tenido palabras de afecto para las familias y compañeros de las cuatro personas que han perdido la vida este verano luchando contra los incendios, para los heridos en las tareas de extinción, y para los cientos de vecinos que han perdido sus casas, fincas o propiedades.
El presidente ha subrayado que, ante esta situación, el Gobierno de España ha «movilizado todos los recursos disponibles» para apoyar a las instituciones autonómicas y municipales competentes: más de 3.400 miembros de la Unidad Militar de Emergencias, 26.000 efectivos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, 650 brigadistas forestales de refuerzo, y unos 300 efectivos europeos, activados mediante el Mecanismo comunitario de Protección Civil. «Hablamos del mayor despliegue humano y técnico que se ha hecho nunca en España para combatir los incendios», resaltó.
«Hablamos del mayor despliegue humano y técnico que se ha hecho nunca en España para combatir los incendios»
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Tres prioridades
Asimismo, ha explicado que el Ejecutivo sigue trabajando en tres prioridades claras: «extinguir los incendios que permanecen activos, transferir las ayudas económicas y recursos extraordinarios que aprobamos la semana pasada para acelerar la reconstrucción y recuperación de los municipios afectados, y hacer lo que haga falta para que esta tragedia no vuelva a repetirse». En relación con el último punto, el jefe del Ejecutivo remarcó que «los incendios de sexta generación no se apagan en verano, se apagan en invierno y en otoño» y por eso debemos aprovechar los meses que tenemos por delante para entender qué ha pasado y actuar en consecuencia».
«Los incendios de sexta generación no se apagan en verano, se apagan en invierno y en otoño»
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A su juicio, la terrible ola que hemos sufrido este año no es fruto de la casualidad, ni de una trama pirómana, sino el resultado de tres factores fundamentales. El primero, «una política de prevención insuficiente que se refleja en la falta de planes ejecutados, en la ausencia de instrumentos de análisis y predicción avanzados, y en plantillas de bomberos y brigadas forestales que, en determinados territorios, no estaban lo suficientemente dotadas».
El segundo factor, «una gestión del territorio inadecuada», que se ha traducido en montes cargados de biomasa, en caminos y cortafuegos descuidados, en falta de especies autóctonas y resistentes al fuego, en municipios despoblados e infraestructuras obsoletas».
Y el tercero, «una emergencia climática que hace que los fuegos de ahora sean mucho más virulentos, impredecibles y letales que los del pasado». «Una emergencia climática cuyo impacto resulta ya innegable» y que, además; no se limita al fuego ni al verano», sino que está provocando eventos climático extremos en los últimos 5 años, con nevadas colosales como Filomena o con un 15% más de DANAS. Una situación que ha provocado 32.000 millones de euros en pérdidas materiales a nuestro país y la muerte de más de 20.000 personas. Unos datos que hacen que el negacionismo climático resulte «tan incomprensible como preocupante».